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Y tú, ¿qué haces con tu euro?

bandera europea

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Y tú, ¿qué haces con tu euro?

Recordando el eslogan de la Navidad del pasado año de nuestra Cáritas Nacional que decía: Y tú, ¿qué haces con tu hermano?, creo que podíamos dedicar unos momentos de reflexión a lo que podemos o debemos hacer con uno de nuestros euros.

Y tú, ¿qué haces con tu euro?

Vamos a entrar en una época del año en la que desde la televisión, la prensa, la radio, las oenegés, las hermandades y cofradías, los movimientos y las solidaridades, el grupo de amigos que juega al futbol sala los viernes noche y las abuelas que se hicieron amigas cuando recogían a sus hijos de la clase de párvulos, desde todos estos estadios nos van a invitar a que seamos mejores, más solidarios.

Y como todos los años, un día cualquiera, una mañana cualquiera, en la tienda de barrio o en la gran superficie, repito, como todos los años, pensaré en los últimos, que deberían ser los primeros, y haré la lista de la compra.

Ustedes estarán pensando que con qué autoridad me atrevo a sugerir qué puede o debe hacer cada cual con su dinero, con su euro. La autoridad la recojo de la libertad de expresión de la que gozamos para, con todo el respeto hacia los demás, mostrarles mi opinión sobre lo que se puede hacer con “su” euro.

La bolsa de la compra que realizamos para los últimos, que deberían ser los primeros, es algo en lo que sin comentarlo con nadie, todos nos ponemos de acuerdo. El parecido del contenido de las bolsas es espectacular, eso sí, con matices.

Compramos arroz, pero como somos diferentes, unos compramos de grano largo y otros de grano corto; unos marca Nomen y otros La Cigala. Eso sí, de un kilo. Compramos garbanzos, unos lechosos y pequeñitos y otros que no son ni lechosos ni pequeñitos. Eso sí, de un kilo. Compramos lentejas. Las hay del que quiere las come y el que no las deja, de diferentes calidades y tamaños. Prefiero la marca blanca. Eso sí, de un kilo.
Se acerca el momento más delicado. Estoy frente a la estantería de las pastas. Me hago un lío total. No tengo las ideas claras para elegir entre fideo fino o gordo, macarrones, estrellas, soles y lunas de diferentes formas, galaxias y colores. Me decido. Pack de espaguetis finísimos. Eso sí, de un kilo.

Ahora toca esperar. Cuando sea el momento acercaré al colegio o a la parroquia mis cuatro kilos de solidaridad. Y eso está bien. Repito, eso está bien. Y punto.

Resulta que los hombres que juegan al futbol, las abuelas que se hicieron amigas en las puertas de los colegios, los de las oeneges y los de las solidaridades hemos comprado lo mismo, tenemos arroz, lentejas, garbanzos y fideos para dar y regalar. Y todo cansa. Recordemos aquello de que no solo de arroz, garbanzos y lentejas vive el hombre.

Pero este año podemos ser diferentes. En las casas de los últimos, que deberían ser los primeros por ser nuestros hermanos, es decir, en las casas de nuestros hermanos, también debe haber galletas y aceite, leche y zumo, sal y azúcar, carne y pescado.

Y necesitan estar limpios, y aparte de agua necesitan gel, y champú, y jabón y pasta dentífrica, y desodorante y colonia. Como personas que son tienen y sienten los mismos sentimientos y necesidades que los demás.

Y su casa también tiene que estar limpia. Necesitan lejía y amoniaco, detergente y estropajo, un cubo y una fregona.

Nosotros, este año, chocolate, que a nadie le amarga un dulce.

José Manuel Ruiz López.
Grupo Cáritas Parroquial Santa Ana Guadix.

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