El camino del buen profesor
Cuando el maestro, el profesor está en el aula, no solo da lo que ha aprendido durante su formación; no solo da lo que se le exige desde el punto de vista del sistema; el temario o los niveles de calidad obligatorios; se da a sí mismo y en ese darse tiene lugar la verdadera transmisión. El educando, al cabo de un tiempo, no recordará el objeto de transmisión, pero sí que recordará el empeño, el esfuerzo y la entrega del educador.
El educadorse da y, en ese darse, se vacía de sí mismo, se entrega a sus educandos, humaniza su entorno, construye civilización, se deshace de sí mismo, se olvida de su ser. La práctica educativa exige, pues, apertura, disponibilidad y, sobre todo, una alta dosis de generosidad.
Resultaría imposible educar si uno se guardara para sí lo que ha ido cosechando a lo largo de su vida. Educar es dar, más todavía, es darse y en ese darse uno a sí mismo radica la única posibilidad de transmisión.
No se puede dar lo que no se tiene, ni se puede educar sin darse. Siempre estamos en deuda con nuestros maestros, jamás les podremos dar lo que nos han dado, pero, en señal de gratitud, podemos darnos a las generaciones que vienen, para que ellas también descubran como en la lógica del don está el verdadero sentido de la existencia humana.
En este enlace podéis ver un camino estructurado en 17 pasos para llegar a ser ese “buen profesor”, que por supuesto ya lo eres, pero no está de más el recordarlo: Características del buen profesor
Margarita Avilés García