Una de las mayores preocupaciones de los padres y de la comunidad docente, es la formación de los alumnos en un contexto de estabilidad emocional, primando la ausencia de episodios conflictivos.
Cuando vivimos en compañía nos enfrentamos a diversas formas de ver y afrontar las cosas, intereses, necesidades, diferentes valores, percepciones de la vida… lo que puede provocar desavenencias y conflictos (García y Martínez, 2001). El conflicto, por lo tanto, es algo natural e inevitable que implica un cambio y de esta forma un enriquecimiento y crecimiento personal (Lederach, 2000). Lo importante es la forma en la que los resolvemos y como nos enfrentarnos a ellos (Rodríguez Prego, 2008).
Tomasello (2010) constata en sus estudios que niños y niñas, desde edades muy tempranas, muestran conductas sociales adaptadas que van más allá de sus propios intereses. Esto puede ser debido a la aplicación de diferentes programas como:
El programa denominado Conflicto en el centro escolar. El modelo del alumno ayudante como estrategia de intervención educativa (Fernández, Villoslada, & Funes, 2002) cuyo objetivo es educar y enseñar al alumnado a afrontar sus conflictos mediante la negociación, mediación… además este modelo presenta la ayuda entre iguales, pero no como un planteamiento teórico, sino a partir de la experiencia y la puesta en práctica en los centros educativo.
Por otro lado, el Programa “CONPA” (convivencia y participación) (Medina Vaquerizo & García Ramos, 2002), tiene como objetivo general mejorar el clima de convivencia en los centros y en su entorno próximo.
El programa Aprende a Convivir. Un programa para la mejora de la competencia social del alumnado de educación Infantil y Primaria (Corredor, Justicia-Arraéz, Pinchardo & Justicia, 2013) tiene como objetivo principal desarrollar en el niño de tres a siete años una competencia social suficiente con la que poder abordar y solucionar situaciones de conflicto desde edades tempranas.
María del Mar Casas.
Primaria, Linares.