Del Whatsapp a la clase de Matemáticas
Cuando llegó este mensaje a mi móvil enseguida pensé que se lo pondría a mis alumnos de primero de Secundaria.
En la clase de Matemáticas, cada problema que le planteamos a los alumnos tiene que ser un reto; si siempre ofrecemos el mismo modelo, si no hay nada atractivo en la situación problemática no lograremos despertar ninguna emoción y por lo tanto su aprendizaje será poco significativo.
Cada persona reacciona ante un problema de una forma diferente. En algunos, los privilegiados, se despierta la ilusión del reto a conseguir, el placer de un camino en el que se pone toda la atención y entusiasmo en llegar a la meta, y al llegar no hay mejor recompensa que la satisfacción de haberlo conseguido; no hay nada comparable a la sensación de saberse capaz de hacer lo que uno se ha propuesto.
A otras personas, sin embargo, verse ante un problema les provoca miedo. Antes de leerlo piensan que no lo van a saber hacer y eso les produce una ansiedad que les dificultará, en gran medida, seguir los pasos adecuados y llegar a un resultado correcto. Así se empezará a fraguar el rechazo y, a la larga, la indiferencia ante cualquier situación que requiera la deducción y el razonamiento. Aquí aparece el reto para los maestros, es nuestra misión enseñar a los alumnos a enfrentarse a ese miedo, a esa ansiedad, absolutamente normal, que aparece ante todo lo desconocido, añadir al desarrollo de la inteligencia matemática el desarrollo de la inteligencia emocional que haga niños capaces de enfrentarse a los problemas con la actitud del que sí puede, del que por lo menos va a intentarlo, que no se rinde cuando no lo consigue y que cuando lo hace sabe reconocer la sensación de placer, de satisfacción interior que produce la resolución de cualquier situación problemática.
Mª Carmen García