Esta es una pregunta que me hago a menudo, especialmente en aquellos días en los que no paro de oír en la radio y en la televisión, o de leer en los periódicos noticias sobre la pobreza, la injusticia y la desigualdad que hay en el mundo.
La respuesta es no, y acto seguido me pregunto, ¿qué puedo hacer yo para cambiar la economía? ¿Qué puedo aportar yo para pasar de una economía injusta y animal a una economía más humana?
Creo que la respuesta ya la he encontrado, aunque no es fácil ponerla en práctica. En mi opinión solo aplicando la bondad, la inteligencia y el amor a la economía haremos que esta se ponga al servicio de la gente y podremos cambiar el mundo.
Siempre se nos ha dicho que en el libre mercado impera una ley que es la de la oferta y la demanda, pero esto no es en absoluto cierto. No es cierto, no existe la ley de la oferta y la demanda porque en las sociedades humanas no existen leyes inexorables. Este tipo de leyes están en la naturaleza que creó Dios y sí, son inexorables. Pero los seres humanos podemos decidir libremente como relacionarnos, nadie nos impone nada.
En la actividad económica, tenemos que darnos cuenta de que el otro tiene la misma dignidad y carácter sagrado que nosotros. Tenemos que darnos cuenta de que cuando actuamos con nuestro dinero, lo que hagamos siempre va a repercutir o afectar a nuestro prójimo. Decir que la ley de la oferta y la demanda regula el mercado es un tremendo error, ya que en los muchos siglos que lleva en vigor, no solo no ha regulado nada sino que cada vez provoca más desequilibrios.
Como decía al principio, la respuesta a esta pregunta está en nosotros. Debemos comprender que todo lo que hacemos afecta a los demás. Y ahí es donde empieza la NUEVA ECONOMÍA. Es totalmente necesario que cambiemos el concepto de trabajo. Trabajo no debe ser lo que hago yo para ganar dinero y vivir bien, sino que trabajar debe ser descubrir mis capacidades y aportarlas al mundo, ponerlas al servicio de la gente. El mundo necesita de nuestras capacidades, solo así podremos conseguir un MUNDO MÁS JUSTO.
Iñaqui Berrueco
Departamento de Economía