educaciondivertida.com

Importancia de detección de signos de alarma en niños de 0-3 años

Importancia de detección de signos de alarma en niños de 0-3 años

Como especialista en PT y maestro en EI, considero fundamental el papel del educador en edades tempranas para la detección de trastornos en el niño/a. Por ello, un maestro en el primer ciclo de educación infantil (0-3 años) tiene que estar expectante al comportamiento de todos sus alumnos/as y nunca olvidar que cada ser humano es único e irrepetible. Tener claro que desde que se produce el nacimiento, por mucho que el bebé se parezca a los padres, tiene su propio sello de identidad a la hora de actuar, de comunicarse, de divertirse o de relacionarse. Debemos pensar que, igual que no hay dos lloros de bebé iguales, tampoco hay un desarrollo único y ejemplar en la infancia de los niños/as aunque si debemos de detectar aquello que no fluye de manera “normal” en la evolución de un bebé.

Así que, pienso, que todo maestro de educación infantil, especialmente en este caso, debe de conocer unos indicadores de riesgo fácilmente reconocibles alrededor de los 10 meses del niño/a para detectar un Trastorno del Espectro Autista. Pues una detección temprana de un niño con riesgo de TEA, dará paso a un diagnóstico más concreto y a una intervención adecuada en los primeros años, lo que mejora significativamente el pronóstico de este.

 

Trastorno del espectro autista

 

Algunos factores mínimos a destacar que debemos de conocer los educadores son:

  1. Casi nunca atiende cuando se le llama. A veces parece sordo. 
  2. No señala para mostrar o compartir su interés. 
  3. No ha desarrollado lenguaje oral, o lo ha perdido. 
  4. Si tiene lenguaje, pero lo usa de manera peculiar, o es muy repetitivo. 
  5. Se ríe o llora sin motivo aparente. 
  6. No reacciona casi nunca ante nada de lo que ocurre a su alrededor. 
  7. Parece no interesarse por lo demás. 
  8. Apenas mira a la cara sonriendo a la vez. 
  9. Generalmente no se relaciona con los otros niños, no les imita. 
  10. No suele mirar donde se le señala.
  11. Es muy sensible a ciertas texturas, sonidos, olores o sabores. 
  12. Tiene movimientos extraños, repetitivos. 
  13. Presenta rabietas o resistencia ante cambios ambientales. 
  14. Tiene apego inusual a algunos objetos o a estímulos concretos. 
  15. Usa objetos de manera peculiar (girarlos, tirarlos, alinearlos…) 
  16. Apenas realiza juego social, simbólico o imaginativo («hacer como si»…) 
  17. Sus juegos suelen ser repetitivos. 

 

Tras la detección de alguna anomalía en el desarrollo del niño/a, creo oportuno que el maestro debe de documentarse y pedir una segunda opinión a personas cualificadas en dicho desarrollo, psicólogos, médicos, psicopedagogos e incluso a otros terapeutas o maestros para poder intervenir y lo más importante para comunicárselo a la familia y ayudarles en todo aquello que nos sea posible. Ya que es fundamental trabajar y estimular al niño/a en una misma meta.

Así que, estimo oportuno que el siguiente paso que debemos de seguir los maestros es crear un programa de Intervención  dirigido a niños con Trastorno del Espectro Autista de edades comprendidas entre los 0 y los 6 años y a sus familias.

A través de dicho programa global y multidisciplinar de intervención, lo diseñaremos en función de las características individuales de cada niño, estimulando el máximo desarrollo de las capacidades personales (cognitivas, comunicativas, socioemocionales, de juego, etc.) así como la independencia y autonomía, favoreciendo el progreso continuado de los aprendizajes y su generalización a los contextos naturales en los que el niño se desenvuelve.

Al mismo tiempo, creo que es fundamental que le proporcionemos a la familia las herramientas y recomendaciones necesarias para el desempeño de su rol parental entre los que me atrevo a destacar:

También, los maestros deben incluir en el programa de intervención un buen esquema psicopedagógico, en el que como norma fundamental prevalezcamos la individualización y donde estimulemos todas las destrezas al igual que las habilidades del niño/a con TEA, teniendo en cuenta sus puntos fuertes e intereses, así como los débiles y las necesidades en cada uno de los entornos. Esto nos debería incitar a definir, de forma individual, unos objetivos y contenidos de intervención, así como la forma de desarrollarlos. Por lo tanto, podremos responder a las necesidades y características individuales, que promueva el mejor de los desarrollos y que sea enfocado a la vida cotidiana y al fomento de un legítimo bienestar personal, familiar y escolar. La consecución de los objetivos, contenidos, actividades, etc que nos propongamos se debe de realizar con una metodología activa, participativa, lúdica y generalizada por las personas que conforman el entorno social y educativo del bebé o niño/a. Pues considero que la falta de metas comunes, objetivos consensuados y coordinación puede ser perjudicial para el desarrollo del niño con TEA.

Una vez que tenemos claro cómo debemos actuar con el niño/a ,enjuicio, que en la escuela infantil, guarderías se tiene que estimular de forma primordial (en los primeros meses y años de vida), las habilidades de comunicación, desarrollo social y juego. Pues creo que trabajando dichas habilidades, el desarrollo general del bebé o del niño/a, puede experimentar un gran avance frente al empeño que a veces hacemos sobre las habilidades cognitivas, orales, motoras, académicas que se les ofrece en la escuela o guarderías. De esta manera se fomentará la comunicación funcional y espontánea mediante el uso de sistemas aumentativos y/o alternativos de comunicación. Y una mejor forma de manejar las conductas problemáticas proponiendo estrategias preventivas adecuadas, de modo que puedan ser comportamientos generalizables a otros entornos y otras situaciones.

Para concluir, me gustaría comentar, que es muy importante que el plan de intervención que llevemos a cabo con el bebé o con el niño/a sea revisado regularmente, valorando periódicamente los resultados, así como la generalización de lo aprendido en los distintos entornos, por si es necesario algún cambio o modificación con el fin de seguir consiguiendo el máximo desarrollo del niño/a con TEA.

Por último, explicitar que a los profesionales que trabajamos con niños/as con dificultades, cada vez se nos hace más necesario buscar indicadores que reflejen resultados personales en la vida de las personas, evidencias que nos indiquen, que nuestra intervención influye en la mejora de la calidad de vida de los niños/as,(dimensión de bienestar material, emocional, físico, desarrollo personal, inclusión social, relaciones interpersonales, etc) Pues de esta manera sentimos que todo el esfuerzo que realiza el niño/a con TEA y el nuestro, servirá en un futuro, para que logre un día a día lo más normalizado posible y consiga todo aquello que se proponga.

Toma conciencia

 

Pedro Cabrera Cañete, maestro en E.Infantil y E. Especial,

Colegio de la Presentación de Málaga

Salir de la versión móvil