Queridosas alumnosas y queridasos alumnasos

Queridosas alumnosas y queridasos alumnasos

“Dedico esta obra de manera muy especial a los maestros y maestras de mi país; y a todos y todas aquellos y aquellas que puedan leerla.

Lo hago de esta manera, ya que considero que los mismos y las mismas son los y las profesionales más meritorios y meritorias que tienen una nación, un pueblo y el mundo.

Son ellos y ellas los padres y las madres de los y las profesionales, los agentes de cambios, transformadores, forjadores, moldeadores y modificadores de caracteres de la sociedad y el mundo”.

ORLANDO ALBA: “La identidad lingüística de los dominicanos»

Resulta difícil decidir qué es más lamentable para las reglas de la gramática, si esa tendencia (cuyo origen merece investigación aparte) a adosar las terminaciones de los géneros masculino y femenino, o la alegre incorporación de la bonita arroba (@) como nuevo signo alfabético.

La cuestión no parece regalo de cumpleaños apetecible para la Real Academia Española, que en 2014 ha celebrado su tercer siglo de existencia, y aún menos para los docentes en general que contemplamos con cierta impotencia un nuevo maltrato, en este caso lingüístico.

No hace mucho tuve ocasión de leer la estupenda revista escolar de un centro bilingüe de nuestra ciudad, donde aparecían colaboraciones de diversos miembros de esa comunidad educativa comentando los hechos propios de la vida escolar.

La edición terminaba con una carta del Director donde florecían por doquier los “nuevos” términos, profesoresas, compañerosas, alumnosas, todosas, hijosas y niñosas, como en un jardín.

Sin embargo me llamó la atención que en la versión inglesa del texto, en el reverso de la página, sólo apareciese un término para referirse a cada uno de los anteriores. Lo mismo hubiera ocurrido de tratarse de una traducción en francés o italiano.

Además, los practicantes de este simpático atentado a la gramática castellana no suelen aplicarlo con todas sus consecuencias a la redacción del escrito completo, sino que artículos, pronombres o adjetivos mantienen la concordancia correcta y nos privan del divertido espectáculo que supondría un desfile de nuestros/as, estos/as, los/as o unos/as salpicando una comunicación dirigida por ejemplo “A los/as padres/madres de nuestros/as alumnos/as”.

Contemplar estos hechos como una cara más de la poliédrica y calculada ética para la transformación social que se practica desde hace tiempo en España seguramente me presentaría hoy como muy incorrecto políticamente, así que no lo haré. Sin embargo, en esta tesitura, planteo lo gramaticalmente incómodo que debe resultar para algunos colectivos una terminación inadecuada a su género, por ejemplo, un taxista debería ser un taxisto y, por la misma regla, un psiquiatro, un electricisto, un oculisto o un curo.

En esta versión de la ideología de género aplicada a la gramática lo que finalmente no parece justo es que jamás se emplee el femenino en plurales de connotaciones negativas; no se oye, ni se lee que nadie se siente en “el banquillo de los acusados y de las acusadas…”; o el número de “desempleados y desempleadas…”; o “el de fumadores y fumadoras…” Curiosa omisión.

Salvador García

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/02/actualidad/1330717685_771121.html

http://blogs.elpais.com/mujeres/2012/03/por-qu%C3%A9-habla-ahora-la-academia.html

http://www.forumlibertas.com/el-debate-de-la-ideologia-de-genero-al-asalto-de-la-real-academia-de-la-lengua/

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