La alegría del Evangelio en el Colegio y en la Familia

Alegría

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO EN EL COLEGIO Y EN LA FAMILIA Adaptación de la Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) del Papa Francisco, en la que nos invita a “recuperar la frescura “ del Evangelio encontrando nuevos caminos para llevar a cabo nuestra misión. Interesante para trabajarlo en claustros y en el ámbito familiar.   … Leer más

10 imágenes de Dios distorsionadas

10 imágenes de Dios distorsionadas
HACIA UNA NUEVA IMAGEN DE DIOS, UNA NUEVA MORAL Y UNA CATEQUESIS RENOVADA

(para profundizar más en el tema: J. Mª MARDONES, Matar a nuestros dioses. Un Dios para un creyente adulto, PPC, Madrid 2013)

Al hablar y compartir experiencias con muchos creyentes y no creyentes salta a la vista la necesidad imperiosa de dar una respuesta ante la distorsión de la verdadera imagen cristiana de Dios. Alrededor de la figura de Dios se dan cita numerosos miedos, terrores, cargas morales, represiones o encogimientos morales. Lamentablemente, demasiado a menudo, Dios es una carga pesada. Por esto es importante ayudar a las personas a descubrir que esas imágenes de Dios no son el Dios de Jesús, sino su negación.

La imagen de Dios tiene una importancia esencial en la vida de la fe cristiana. A Dios, a quien nadie ha visto jamás, nos acercamos a través de imágenes que son las mediadoras de su presencia viva entre nosotros. Son las imágenes adquiridas a través de las cuales los creyentes hemos llegado a conocer y relacionarnos con Dios. Nuestra tarea es, ni más ni menos, que la de permitir a Dios ser Dios, pero las figuras opresoras de Dios son una creación humana, ataduras y «fardos pesados» que proceden del corazón humano, de la educación recibida, de las imágenes fabricadas en un proceso de siglos y que se van trasmitiendo sin cuestionarlas o revisarlas. Asi es como se han ido deslizando ideas y representaciones de Dios que son idólatas. Habría que mantener una actitud de constante discernimiento entre lo que es mi idea de Dios, mi imagen y lo que es Dios.

Los que hablamos de Dios a menudo nos comportamos con una falta de respeto y distancia entre nuestras palabras y el misterio. A Dios nadie lo ha visto, pero nos comprotamos como si desayunáramos habitualmente con él. Si nos paramos a pensar produce malestar el modo tan seguro y distendido que tenemos de hablar del misterio. Es importante recordar(nos) que lo que hablamos, lo que enseñamos, incluso lo que leemos y escuchamos en las Sagradas Escrituras, son palabras humanas de hombres y mujeres de Dios y sobre Dios. Son Palabra de Dios, pero con palabras humanas, Dios nos habla con palabras humanas y es importante saberlo y ser conscientes de ello. Si olvidamos este dato tan elemental estamos abriendo la puerta de par en par a fundamentalismos y posturas cerradas. Nuestro conocimiento siempre pasa por el lenguaje y tiene que ser debidamente entendido, interpretado.

Con respecto a Dios, esta verdad del mundo intelectual también es cierta: nuestras imágenes de Dios nacen de nuestras interpretaciones y de las interpretaciones de otros acerca de Dios, frecuentemente de las interpretaciones de otras épocas, sin ser conscientes de las limitaciones propias y las asumimos sin mucha reflexión.

Es indudable que hemos de sanar nuestras imágenes de Dios y darnos cuenta que algunas representaciones son negativas y perniciosas. Tener malas imágenes de Dios es una enfermedad del espíritu. Tenemos que esforzarnos por una imagen sana de Dios, nos va en ello el honor de Dios y una buena salud espiritual y a la vez nos jugamos la salud de la colectividad. El tema de Dios se ha vuelto peligroso. No es extraño que en muchos hombres y mujeres de buena voluntad surjan rechazos y piensen que lo mejor es olvidarse de Dios cumpliéndose asi la adverencia de pablo en Rom 2, 24 «Por vuestra causa es flasfemado el nombre de Dios entre las gentes»

Si tomamos conciencia de la peligrosidad social y política de las representaciones religiosas nos daremos cuenta de la necesidad que tenemos de encauzar bien las fuerzas, el entusiasmo y la entrega que producen, si queremos tener una sociedad sana y unas relaciones entre sociedades, culturas y civilizaciones que superen la violencia y el enfrentamiento. Esta afirmación válida ya en en 2006 , ahora es, no sólo válida, sino escandalosa y dolorosamente urgente.

El Vaticano II ya reconocía que el ateísmo era causado por las malas imágenes que se ofrecen de Dios. La cuestión central no es si se cree o no en Dios, la cuestión central es en qué Dios e cree. Una imagen del Dios de Jesús, acorde al Evangelio no despertaría el rechazo que se le atribuye.

Las representaciones de Dios están arraigadas en una red de comprensiones mentales y afectivas que incluyen nuestra idea del mundo, de la vida y de la existencia. Cambiarlas produce resistencias mentales dolorosas y liberadoras y requieren disposición firme de cambiar y revisar sin miedo a las confrontaciones.

Hablar del Dios cristiano, de sus imágenes quiere decir hablar del Dios de nuestro Señor Jesucristo. Tratamos de ver cómo es ese Dios que se manifiesta y revela en Jesús. Al hablar y reviar las imégenes de Dios, esta debe ser la clave de lectura, revisión, discernimiento y confrontación: ¿de qué Dios es Hijo nuestro Señor Jesúcristo?
Este Dios choca con una imagen del dios pagano que habla de poder, fuerza imposición grandeza que se ha ido imponiendo en nuestro interior y que ha ido suplantando al Dios que se nos ha manifestado en Jesús y que habla de abajamiento, limitación, impotencia, vulnerabilidad, sufrimiento, pobreza, compasión, perdón,… Si queremos descubrirlo y anunciarlo hemos de matar a nuestros dioses y poner en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra sociedad la imagen escandalosa del Dios de Jesucristo. Nos va en eso nuestro ser cristiano y el honor de Dios.

En las presentaciones que anexamos enumeramos una serie de imágenes de Dios (hasta 31)que urge cambiar y proponemos las que encubren y que responden a la imagen del Dios de Jesús: