En un pequeño y tranquilo pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Tomás. Era curioso, soñador y siempre tenía deseos de aprender más sobre el mundo y sobre Dios. Un día, mientras paseaba con su abuelo Pedro por la plaza del pueblo, vio un cartel en la iglesia que decía:
“¡Bienvenidos al tiempo de Cuaresma!”
Tomás frunció el ceño, intrigado. Nunca había oído hablar demasiado de eso.
—Abuelo, ¿qué es la Cuaresma? —preguntó con curiosidad.
¿Qué es la Cuaresma? Explicado para niños
El abuelo Pedro sonrió y señaló una gran cruz de madera junto a la puerta del templo.
—La Cuaresma, Tomás, es un tiempo especial de preparación para la Pascua. Durante cuarenta días recordamos el tiempo que Jesús pasó en el desierto, y tratamos de acercarnos más a Dios con oración, ayuno y buenas obras.
Tomás lo escuchó atentamente. Siempre había celebrado la Pascua con su familia, pero no sabía que había un camino antes de llegar a ella.
—¿Y cómo puedo prepararme yo, si soy solo un niño? —preguntó con interés.
El abuelo se agachó y puso una mano sobre su hombro con ternura.
—Cada persona se prepara de forma distinta. Algunos renuncian a algo que les gusta, otros rezan más, y otros ayudan a quienes lo necesitan. Lo importante es cambiar el corazón y hacerlo más parecido al de Jesús.
Vivir la Cuaresma como un niño
Esa noche, antes de dormir, Tomás se quedó pensando. Recordó que su madre siempre le decía que debía ser más paciente con su hermana pequeña, Sofía. Tal vez ese podría ser su reto para vivir la Cuaresma.
A la mañana siguiente, tuvo su primera oportunidad. Sofía tomó su cuaderno de dibujos sin permiso. Tomás sintió el impulso de gritarle, pero respiró hondo y, recordando lo que había decidido, le dijo con calma:
—Sofía, la próxima vez pregúntame antes de tomarlo, por favor.
Sofía lo miró sorprendida y luego sonrió. Tomás sintió una paz interior que nunca había experimentado.
Buenas obras y pequeños sacrificios: el camino hacia Jesús
Con el paso de los días, Tomás fue haciendo pequeños sacrificios. Ayudó a un anciano a llevar bolsas del mercado, compartió su merienda con un amigo que la había olvidado y comenzó a rezar todas las mañanas, dando gracias a Dios por el nuevo día.
Cada vez que hacía algo bueno, su corazón se sentía más ligero, más lleno de alegría. El abuelo Pedro lo observaba con orgullo.
—Tomás, ¿cómo te estás sintiendo con todo esto? —le preguntó durante un paseo por el pueblo.
—Al principio pensé que sería difícil —respondió Tomás con una sonrisa—, pero ahora me siento más feliz. Es como si mi corazón creciera cada vez que hago algo bueno.
El abuelo asintió con una mirada serena.
—Eso es, hijo. La Cuaresma no es solo dejar cosas, sino transformar el corazón para que Jesús viva en él con más amor.
La alegría de la Pascua: el fruto de un corazón renovado
Finalmente, llegó la Semana Santa, y con ella la gran celebración de la Resurrección de Jesús. Durante la misa de Domingo de Pascua, Tomás entendió que su preparación durante esos cuarenta días había valido la pena.
Mientras la luz del cirio pascual iluminaba la iglesia, Tomás cerró los ojos y dio gracias. Había aprendido que la Cuaresma no era un tiempo de tristeza, sino un camino de amor, entrega, fe y renovación.
Enseñar la Cuaresma a los niños: una oportunidad de crecer en la fe
Desde entonces, cada año, Tomás espera con entusiasmo la llegada de la Cuaresma. Para él, ya no es solo un tiempo de renuncia, sino una oportunidad para acercarse más a Dios, crecer como persona y sembrar amor con sus acciones.
Y en su corazón, las palabras de su abuelo Pedro seguirán resonando como una guía de vida:
—La verdadera preparación para la Pascua está en cambiar por dentro, y dejar que Jesús renueve nuestro corazón.