¿Qué es el trastorno por hiperactividad?
Todos nosotros hemos oído hablar constantemente de uno de los trastornos más comunes en la niñez y que puede continuar hasta la adolescencia y la edad adulta. Los síntomas incluyen dificultad para concentrarse y prestar atención, dificultad para controlar la conducta e hiperactividad (actividad excesiva). Quizás tenemos algunos casos en nuestras aulas, colegios o gente cercana. A continuación haremos una pequeña introducción y adjuntaremos una guía de identificación y manejo en la escuela.
Las siglas TDAH equivalen a Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad. Seguramente, es la problemática más frecuente (y, por ello, la más estudiada) en el área de la Psicopatología Infantil. El manual diagnóstico elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría (conocido como DSM-IV-TR y editado en el año 2000) establece una prevalencia de entre el 3 y el 7%, aunque el porcentaje de población afectada varía dependiendo de la fuente consultada. Se diagnostica más en niños que en niñas (en una proporción de 4 niños por cada niña), pero es probable que queden más niñas sin diagnosticar que niños, porque suelen causar menos problemas.
Es un trastorno crónico, de carácter neurobiológico (es decir, relacionado con biología del cerebro, en concreto con una producción insuficiente de dos neurotransmisores- dopamina y noradrenalina-, sustancias químicas que intervienen en la comunicación entre neuronas), y con un componente hereditario muy importante (si el padre o la madre lo padecen, los hijos tienen un 75% de probabilidades de padecerlo).
Los síntomas pueden dividirse en tres grandes grupos: desatención, impulsividad e hiperactividad.
Desatención– Las personas que padecen desatención a menudo cometen errores porque no atienden a los detalles, no acaban las tareas, les resulta difícil organizarse y planificarse, evitan las tareas que requieren atención continuada, les cuesta seguir las instrucciones, pierden objetos, se distraen con facilidad por estímulos externos… Por eso sus familiares, amigos y profesores los pueden considerar perezosos o irresponsables.
Impulsividad– Con frecuencia realizan acciones de forma precipitada, són impacientes, interrumpen las conversaciones i hacen comentarios inapropiados, no saben esperar el turno en las colas, no reflexionan sobre las consecuencias de sus actos, no leen las instrucciones al completo, de forma que no saben qué tienen que hacer o lo hacen de forma incorrecta, no saben planificar ni tienen estrategias para realizar las tareas, les cuesta analizar las situaciones en su conjunto, reaccionan de forma exagerada, tienen dificultades para aplazar la gratificación inmediata y les cuesta tolerar la frustración.Esto les comporta un riesgo elevado de sufrir accidentes y también altas probabilidades de sufrir rechazo social.
Hiperactividad– Exceso de movimiento o actividad sin finalidad concreta, sea motora o vocal. Se manifiesta con el movimiento constante de manos y pies, el cambio de postura o balanceo en la silla, levantándose repetidamente por pura necesidad de estar en movimiento, deambular sin motivo aparente o correr y saltar en situaciones poco apropiadas, les cuesta dedicarse a actividades tranquilas o entretenerse con juegos que no requieran movimiento, hablan en exceso, tararean o hacen ruiditos con la boca… Este grupo de síntomas es el más evidente y el que causa más problemas, de forma que suele ser por lo que padres y profesores dan la voz de alarma y consultan al médico.
Para hacer el diagnóstico, algunos de estos síntomas se tienen que mostrar al menos en dos ambientes distintos, por ejemplo en casa y en el colegio, tienen que aparecer antes de los siete años, tener una duración de más de seis meses, y deteriorar de forma significativa el funcionamiento a nivel social o académico.
El diagnóstico es puramente clínico, es decir, no hay ninguna prueba médica o psicológica que muestre que se padece el trastorno de forma inequívoca, sino que se basará en los criterios del DSM-IV-TR u otra clasificación como el CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades), que se pueden alcanzar a través de una entrevista clínica, la observación directa, los informes de profesores y los resultados obtenidos en tests generales de capacidad intelectual, de los síntomas específicos del TDAH y otras pruebas complementarias.
Si se sospecha de que algún miembro de la familia pudiera padecer TDAH, es conveniente acudir al médico, quien nos derivará hacia el especialista adecuado (psiquiatra, neurólogo, psicólogo clínico…).
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Javier Mañas
Primaria. Colegio de Linares