Como docente, doy mucha importancia al uso de las palabras en el aula. Muchas noches, al acostarme hago examen de conciencia sobre lo que he dicho y cómo lo he dicho. Da vértigo pensar en el poder de las palabras usadas sin intención pero que, aún así, pueden dañar o sanar en igual medida.
Hay palabras de las que huyo, no de un modo intuitivo, sino sabiamente aconsejada por una profesora de Universidad que dejó en mí una huella imborrable. Anna nos recomendaba no usar en el aula ni en la vida, las palabras NUNCA, SIEMPRE Y ERES…
“Nunca haces nada bien” esa frase en labios de una madre, padre, de una maestra o maestro… hunde al alumno, lo deja sin recursos, lo maltrata…
“Siempre estás molestando”, otro ejemplo de frase hiriente, de arma invisible que produce heridas en la autoestima difíciles de borrar.
“Eres perezoso”, “eres mentiroso”, el verbo ser usado de este modo daña más de lo que nos podemos llegar a imaginar.
Debemos huir de expresiones de este tipo que etiquetan al alumno y le hacen pensar que nuestras expectativas respecto a él o a ella son mínimas e insignificantes. Por el contrario, nuestra manera de hablar debe dejarle siempre una puerta abierta al cambio de conducta y debe conseguir que ellos vean que esperamos mucho de su modo de actuar, que confiamos en que van a esforzarse, a mejorar, a cambiar esa conducta incorrecta.
No es lo mismo decir “eres mentiroso” que “me has mentido”; la primera expresión deja claro que nuestro concepto del niño es negativo, pensamos que siempre miente, sin embargo si decimos que me has mentido le transmitimos la idea de que lo ha hecho mal en esta ocasión pero que no es un signo de identidad suyo.
Esto que los docentes consideramos tan lógico, tan comprensible, en ocasiones no es tan evidente para algunos padres a los que observo usar ese lenguaje para describir a sus hijos delante de ellos y con términos negativos. Me siento entonces en el deber de aconsejarles el cambio en la manera de hablar pero no siempre lo considero oportuno, no me veo con autoridad suficiente para opinar sobre la educación paternal, sin embargo hoy quería aprovechar este medio para compartir estas reflexiones con vosotros. Somos para nuestros niños, padres y alumnos, el espejo en el que se ven reflejados, su autoestima depende en gran parte de nuestro modo de hablarles. ¡Qué enorme responsabilidad!
Esther Pulpillo.
Primria. Colegio de la Presentación.