Cómo actuar frente a las altas capacidades
En primer lugar, considero que los maestros para poder atender correctamente a los niños/as de altas capacidades y satisfacer sus necesidades, debemos conocer la normativa vigente relacionada con dichos alumnos. Así, tenemos que tener claro que el concepto de necesidades educativas específicas supera las anteriores denominaciones, que recogían, con cierto matiz discriminatorio, a los alumnos y alumnas afectados por determinadas deficiencias o minusvalías, implicando la necesaria atención a la diversidad , ampliamente entendida y presente en los centros por las propias características personales del alumnado.
Ante esta situación, estimo que los docentes, debemos establecer criterios de actuación y regular las medidas necesarias, tanto en lo referido a la provisión de recursos como en orden a la estructuración curricular conveniente, que permitan diversificar también la respuesta, adecuándola cuanto sea posible a cada caso, al tiempo que faciliten una intervención flexible, acorde con la realidad concreta del aula. Por lo tanto, no nos podemos olvidar que uno de los aspectos que reclama atención diferenciada, al que tanto la sociedad como los profesionales estamos siendo cada vez más sensibles, es el del alumnado que, por algún comportamiento, podemos calificar como altamente capacitado. Aquellos alumnos y alumnas que en algún aspecto concreto de su desarrollo mental presentan un talento superior, mayores posibilidades de aprendizaje que sus compañeros de aula, no pueden, desde un punto de vista social, ser ignorados, con el riesgo de perder el beneficio que sus mayores posibilidades puedan generar, en la medida en que sean educativamente bien atendidos y se favorezca el pleno desarrollo de su potencial. Opino, que es un derecho el recibir una educación acorde con su circunstancia personal, adaptada a sus necesidades en el marco de la Escuela Comprensiva e Integradora a la que aspiramos.
Los docentes cuando nos encontramos en el aula con un niño/a con estas características, tenemos que tener claro que la intervención respecto de este alumnado no puede quedar a merced de la improvisación educativa o de la particular actitud de las familias. Tenemos que marcar unos criterios fundamentales, a partir de los cuales se pueda progresar en el empeño de posibilitar una atención, tan diversificada como sea preciso. Deberán apoyarse en principios educativos sólidos, que atiendan al desarrollo de la persona en su globalidad, evitando la tentación de disolverla, aunque sea inconscientemente, por atender tan sólo a algún aspecto y descuidando otros, fundamentalmente relacionados con los sentimientos y la sociabilidad. Por ello, favorezco a que , el proceso de enseñanza-aprendizaje, contexto-conducta, motivación-rendimiento, abra nuevas vías de actuación , una más adecuada organización interna en los centros, con previsión de las necesarias adaptaciones, de espacios, tiempos, materiales y recursos , para la mejora de diferentes ámbitos de la personalidad (cognitivo-intelectual, motriz, afectivo, relación interpersonal e inserción social, de nuestro alumnado con altas capacidades. Para concluir, realzo la importancia de las familias en la tarea educadora. Pues, es fundamental y ésta no tendrá éxito si no existe correlación entre los diferentes contextos donde se desarrollan todos los niños y las niñas. Las familias, que conocen las características de sus hijos/as, son una fuente de información importante para cualquier intervención, también en el caso de las personas con alta capacidad intelectual. Por lo tanto, en definitiva, con la intervención educativa se pretende proporcionar experiencias con el fin de que los niños y niñas puedan desarrollar y expresar todo su potencial en todas sus dimensiones.
Pedro Cabrera Cañete
Maestro en Educación Infantil y Educación Especial