CUANDO NOS COMUNICAMOS CON GRITOS
Un grito puede ser una señal de alarma para llamar la atención por ejemplo: ¡Cuidado, que te vas a caer! Es una señal de aviso para que se dé cuenta que hay un peligro.
Pero si el grito es de una forma intimidadora para que el niño haga algo que nosotros queramos, entonces es mucho menos adecuado.
El grito es una comunicación agresiva, forma parte del maltrato psicológico y además puede tener repercusiones importantes en el crecimiento del niño, en su estado emocional y en el futuro en el resto de su vida. Los gritos no son solamente las palabras, sino el tono en que las transmitimos.
Los gritos están relacionados con la agresividad del mensaje verbal y con los gestos y todo esto unido, hace que sea una comunicación violenta y agresiva.
Gritar no es educar. Para educar hay que razonar o hay que transmitirlo con ternura o con estímulos positivos.
Cuando gritamos lo único que hacemos es que alguien haga algo mediante la intimidación o la amenaza. Cuando le gritamos a un niño dañamos su autoestima, porque cree que lo que él merece es algo siempre negativo, en lugar de estímulos positivos y ternura.
Si los gritos son reiterados, el niño se acostumbra a obedecer solo a los gritos y no a otras formas de educación.
Los niños para crecer emocional e intelectualmente necesitan ternura, estímulos positivos y tranquilidad emocional.
Adriana Hurtado (Málaga)